La Sombra del Cuervo Estoy aquí. Al borde. A un paso... Pensé que ya había estado en este lugar, pero qué equivocado estuve. Es peor de lo que pensaba… Estar así, a un paso de la muerte. Con la sangre escurriendo y el dolor luchando ferozmente contra mi cuerpo, contra mi vida. Mucho peor que aquella vez; incomparable… Escucho algo. Su voz, su rugido. No tardarán en llegar. No tardarán en venir a hacer su trabajo, a cumplir con su deber comandado por quién sabe quién. Y yo, al fin obtendré mi descanso… Ya es hora. Ya soporté demasiado. Mi vida ha estado vacía por todo menos por el dolor. Nunca fue piadoso conmigo, nunca pasé mucho tiempo sin sentirlo. Y ahora está aquí, pudriendo lo único que quedaba sin descomponer en mi cuerpo. Mi cuerpo en sí… Fueron ellos. Desde el principio; todo es culpa suya. Los humanos… Aquellos por los cual alguna vez sentí admiración. Aquellos que, me había dicho el halcón, eran maravillosos… Aquellos que resultaron ser unos monstruos, unas bestias y nada más. Una peste andante, una escoria con vida. Aquellos que se encargaron de que yo sufriera cada momento de mi vida. Matando, por su puesto. Su negocio, su deporte, su pasión, su entretenimiento favorito. Muchas veces sin propósito aparente. Matar es lo que hacían, matar es lo que hacen y matar es lo que harán. Por eso lo tienen bien merecido. Me han derrotado hoy, pero las bestias los derrotarán a ellos. El mundo se librará de la basura, y yo… Yo no podré presenciarlo. Pero estoy satisfecho. Hice mucho para vengarme, y lo conseguí… O conseguiré, aunque sea luego de muerto. Maté a aquellos que mataron a mi familia, los maté por haber matado a mi mejor amigo, por haber matado a Loki. Los maté por haber matado a aquellos que no conocía pero sabía que eran débiles, indefensos y sobre todo, inocentes. Sabía que debía vengarlos. Los maté por todo el daño que habían hecho… y lo disfruté. Lo recuerdo. Claro que sí, cómo olvidarlo. Aquél día, cuando mataron a Loki. Cuando tiraron su fresco cadáver porque cómo se iban a comer un murciélago… Cuando ese sentimiento tan repentino, tan desconocido me invadió de repente. Cuando se tragó mi alma y se apoderó de mi cuerpo, pinchándome el pecho como la rosa con peores espinas; que me cambió por completo, desde adentro hasta afuera. Cuando me hizo crecer las garras y los colmillos, y oscureció por completo mí ya negro pelaje. Cuando ese veneno, doloroso, ardiente e incluso repugnante se apoderó de mí sin marcha atrás. Cuando el odio me consumió completa y repentinamente. Y entonces los maté. A todos ellos. No me importó si eran niños, enfermos, viejos y débiles… Los maté a todos, y no me sentí mal en absoluto… Aunque tampoco me sentí aliviado. Sólo me sentí lleno, como si hubiese comido luego de varias semanas ayunando... Pero aún tan triste y enfadado. Y me encontré sintiéndome con ganas de más, con sed de sangre y hambre de sufrimiento… Cuando terminé y los vi, ahí tirados, algunos incluso todavía agonizando, soltando su último aliento… Lloré. Lloré como nunca. Lloré por enojo, tristeza y frustración… Y me prometí, con un último aullido, que esa era la última vez que lloraba… Pero no la última que asesinaba. Contemplé de nuevo el fin del espectáculo que yo mismo había armado, aprendiendo tiempo antes de los mejores maestros… En el arte de asesinar se creían los mejores, pero ya verían que alguien lo superaría. Y ese alguien sería yo. No tenía nada más que perder. Ya no tenía alma, remordimientos ni esperanza. Lo único que me quedaba era tiempo; una cuenta regresiva de tiempo hasta el día en que muriera. Una vida vacía sin miedos, que gasté en vagar… Simplemente caminar. A ningún sitio en específico. A donde me llevaran mis patas, el viento o la casualidad. Pronto llegué a lo que los humanos habían conquistado completamente: la ciudad. Enormes titanes de piedra y concreto se hallaban a mi alrededor… Pero, curiosamente, ningún humano. Raro, pensé. Muy raro… Pero no pasó mucho tiempo para que me enterara. La razón por la cual (aparentemente) no había humanos. No era, como yo deseaba, que se hubieran muerto todos. Aunque era algo quizá mejor… Vivían perseguidos. Mi olfato, perfeccionado por el odio, me hizo encontrar uno luego de varios días. Un hombre flaco, sucio, tembloroso... Asqueroso. Corría hacia un viejo edificio con alimentos… Sonreí, por primera vez en mucho tiempo… Lo esperaría fuera, para darle una agradable sorpresa… Aunque ese era mi plan, y parecía perfecto, me ganaron. Me ganaron la presa, casi como años antes me sucedía con el halcón arrebatándome una liebre… Sentí nostalgia que pronto fue reemplazada por admiración y sorpresa al ver aquél enorme ser alado. Rugía con la potencia de cien pumas y un aire de intimidación asombroso. Medía no menos que una orca, y contraía sus enormes garras ansiosamente. Se paraba en dos patas, como los humanos, aunque ligeramente encorvado, casi como si yo tratara de hacerlo. Sus alas eran finas, con membranas que recordaban a una telaraña… Alas que recordaban a Loki… Tenía una larga cola y dos cuernos como un gran reptil, pero estaba cubierto de pelo, y sus orejas eran más bien como las mías. Sus colmillos debían ser del tamaño de un zorro, y unos largos bigotes le colgaban al lado de la nariz reptiliana… Aunque lo que en realidad me sorprendió, fuera de su extraña anatomía y el hecho de que no poseyera ojos, fue que no se m.olestó si quiera en voltear hacia donde yo estaba. Lo único que hizo fue derrumbar el edificio en el cual se había refugiado el humano, y matarlo en cuanto lo percibió… Matarlo no, quizá deba decir destrozarlo. Porque fue lento, como ellos habían sido tiempo atrás con mi manada. Tuvo especial cuidado de que sus enormes garras no lo mataran (como seguramente pudieron hacer) con un roce ligero. Le arrancó un brazo. El hombre gritó, pidiendo piedad… La criatura continuó, arrancándole una pierna. Los gritos del hombre penetraban mis oídos con fuerza, casi doloroso. Le rasgó la espalda, prosiguió cortándole otro brazo y luego la pierna restante. Le siguió rasgando lo que quedaba del cuerpo mientras el hombre seguía gritando, cada vez con menos fuerza. Cuando me fijé de nuevo en la criatura, casi podría jurar que lo vi sonriendo… O quizá sólo fue la impresión del momento. No era que me doliera, o que sintiera ganas de ayudar al hombre. No, nada de eso. Fue más bien deseo. Me hipnotizaba ver aquél espectáculo, quería hacerlo también… Me moría de ganas… Cuando el hombre se calló, la bestia le dio una rápida olfateada y extendió sus enormes alas, emprendiendo el vuelo. Pronto perdí de vista la silueta de la criatura, y fue entonces cuando se me aclaró el pensamiento. Acababa de presenciarlo. Por fin, aquello que creí inexistente. Era real, estaba vivo… La justicia había estado presente frente a mis ojos. Era evidente que aquellos seres sólo querían humanos, así como era evidente que disfrutaban haciéndolos sufrir como mejor podían antes de asesinarlos. Y, lo mejor de todo: no podían defenderse. De pronto, todo tuvo sentido… Estaban escondidos. Acobardados, asustados. Donde la justicia no pudiera encontrarlos… O eso era lo que creían. Porque la justicia no sólo eran las bestias (como ellos las llamaban), sino también yo. Mi vida recobró sentido, le llegó un propósito. Mátalos, me decía algo dentro de mí. Mátalos, véngate y haz presente la justicia en todos los rincones… Fue fácil saber dónde encontrarlos. En cuanto supe que se escondían bajo tierra, supe también que debían salir por algo. Como aquél hombre que había matado la bestia. Yo sólo tenía que esperar junto a su fuente de alimento, y sorprenderlos en cuanto se acercaban… Entonces fui llamado Karasu. Negro como un cuervo, un augurio de muerte… Y uno de los peores. Conocido en todos los rincones de la sucia sociedad humana; conocido y temido tanto como las bestias. Entonces el día nos abandonó casi por completo, y sólo quedó la noche. Una noche semieterna, fría y peligrosa. Y un día despiadado, cuando venía, que llegaba como con ganas de compensar toda su ausencia. Quemándolo todo. Parecía, por fin, una vida no soñada, pero sí decente. Disfrutaba como nunca había disfrutado nada el matarlos. Experimenté, descubrí nuevos métodos. Métodos para hacerlos sufrir todo lo posible antes de que abandonaran la existencia. Arrancarles la piel era uno de mis favoritos. Sus gritos eran adictivos, así como el correr de su sangre y sus miradas desorbitadas… Aunque, probablemente, lo que más me gustaba eran sus súplicas. Sus llantos. Sus déjame ir, por favor. Sus hazlo rápido, te lo suplico... Súplicas que por supuesto, no atendí. Así como ellos habían ignorado las mías tanto tiempo atrás. Pero ese no es el fin de mi historia. Oh, claro que no. Esas sucias ratas encontraron el modo, encontraron el modo de vencerme… El modo de engañarme. Me acorralaron, los muy cobardes. Como siempre, atacando si son muchos y tratando de huir si es uno sólo. Me hicieron creer que sólo había uno, cuando eran más de diez… Me drogaron, me debilitaron. Se acercaron, los muy sucios, mientras yo era incapaz de mover un músculo. Los miré con tanto odio como nunca antes había sentido, y estoy seguro que ellos también se percataron. Porque aún así, aún conmigo indefenso, temblaron. Nerviosos, su instinto les suplicaba huir, volver a la seguridad de sus asquerosos escondites… Pero no hicieron caso. Y ahora lo pagan. Porque aunque me hayan cortado las orejas, aunque me hayan arrancado las garras y los colmillos, aunque me hayan quemado los ojos y aunque me hayan hecho todo lo que me hicieron, mi sangre no correrá en vano. Hice mucho más que ellos, y las bestias continuarán haciéndolo. Las escucho. Los escucho. Ya gritan, ya corren, ya suplican. Y las bestias siguen destrozándolos. Ah, me encanta ese sonido… Así, en estas condiciones, el dolor se va… Disminuye. Como si sus lamentos fueran anestesia… Como si sus gritos fueran morfina… … Ya… Sigo… ¿Sigo aquí? Aún no veo, pero me siento… Diferente. Me siento bien. Como nuevo, en esta oscuridad total y repentina… ¿Estoy muerto? ¿Será esta la muerte? Escucho… Algo. Por allá, parece el viento. Un viento que hace años no escuchaba… Viento, nieve, sol… Veo. Veo… Los veo… Son, ¡son ellos! Esto es… Imposible. Sí, debo estar muerto. No hay otra explicación. Mis hermanos, mis compañeros, mi familia… Están corriendo… Estamos… ¡Estoy yo con ellos! ¡Oh, qué alivio resultó ser la muerte, qué nostalgia! Pero… ¿Qué pasa? No… No, por favor… No es posible… Ahora llegan… Ellos, ¿qué hacen aquí? ¿No me piensan dejar en paz, aún muerto? ¡Déjenlos! ¡DÉJENLOS! ¡Aléjense, monstruos! No… No lo hagan… Por favor, deténganse… Me miro a mí mismo, llorando… Impotente, inútil… Se fue. Esa horrible imagen… Pero ahora, ¿qué veo? Es… Es Loki. Somos Loki y yo… Charlando. Le anuncio que me iré. Que me iré por comida, porque él está débil, porque él no puede salir… Me dice que no me preocupe, pero yo no escucho. Me voy porque es mi amigo, me voy porque los amigos están para eso… No. No, no, no, ¡no! Es ahora… Cuando los mire. Volviendo. Ellos salen. Salen de la cueva, de nuestra cueva. Y ahora lo tiran… ¡BASTA! Verlo ahí, inerte, inocente… Mirada de sufrimiento, muerte indigna… ¡NO QUIERO SEGUIR! … Todo es negro de nuevo. Pero es… diferente. La ciudad. Estoy en la ciudad. No lo siento, pero sé que lo sentí. El frío… Es bestial. Ahí estoy yo. Vacío. Muerto por dentro… Y escucho algo… Y huelo… Sangre. Lloran, suplican, gritan… Sí. ¡Sí! Esto me gusta más… Los estoy matando. A los humanos. Les estoy dando su merecido. ¡Sí, sí, sí! Lo merecen, ¡lo merecen! Todo lo que hicieron… Aquí está su merecido. Su castigo, iba a llegar, tarde o temprano… ¡SÍ! Pero… ¿qué escucho? Algo interrumpe. Interrumpe el espectáculo… Es… es… ¿será? Es, ¿posible? ¿Seré yo?… No. No soy yo. Es un niño. Está llorando. Está llorando por la muerte de su familia. Me está observando. Y yo no escucho. O prefiero ignorarlo. Sigo matando. Sigo asesinando… No. No es posible. No soy yo, ¡NO! No quiero, no puedo… ¡NO, SIMPLEMENTE NO! Paren, paren, ¡paren! No puedo más, ¡NO QUIERO MÁS! Aléjenlo… ¡ALÉJENME!... Es horrible, asqueroso, es bestial, monstruoso, soy yo… Soy… Soy como ellos. Soy lo que siempre odié. Soy lo que traté de erradicar. Me he convertido en mi peor pesadilla… Y ahora… Estoy… ¿llorando? ¿Estoy llorando, luego de tantos años? Sin alma, yo, un monstruo, estoy llorando… ¿Tendré el derecho?... No quiero… ¡NO QUIERO! Por favor, déjenme… ¡DÉJENME DESCANSAR! ¡ESTOY MUERTO, DÉJENME IR! ¡DÉJENME ESCAPAR… CORRER, IRME! Morí, ¿¡qué más quieren!? Qué más… quieren… Déjenme ir… Déjenme dejar de existir… Por favor…